Immokalee, la capital del tomate y un foco "perfecto" del COVID-19 en Florida
Immokalee (EE.UU.), 19 jun EFE.- A costa de su salud miles de inmigrantes mexicanos y centroamericanos declarados "esenciales" lograron sacar este año la cosecha en Immokalee, la capital del tomate en EE.UU. y ahora también uno de los focos más candentes de la COVID-19 en Florida.
Para Lucas Benítez, uno de los fundadores de la Coalición de Trabajadores de Immokalee (CIW), no es una sorpresa los cerca de 1.200 casos confirmados de COVID-19 en este "pulmón de la agricultura" después de semanas de "peticiones abiertas" al gobernador Ron DeSantis para que le "pusiera atención".
El líder comunitario señaló a Efe que estos inmigrantes experimentan unas condiciones de hacinamiento "perfectas" para la propagación del nuevo coronavirus en los campos de cultivo, en los autobuses y en las empaquetadoras agrícolas.
Isabel Jiménez contó a Efe que ella, su esposo y sus tres hijos se contagiaron de la COVID-19.
"Pensé que era una gripa", recuerda esta mexicana que vive en una de las casas móviles que proliferan en esta comunidad enclavada en el condado Collier y carente de un gobierno propio.
Ella y su compatriota María Vázquez señalaron que están más "mortificadas" por las cuentas por pagar que por el virus.
Vázquez se queja que los 600 a 700 dólares que hacía semanalmente por recolectar tomate se redujeron a la mitad debido a que la demanda es menor por la pandemia.
Sobre la COVID-19, que ha contagiado a unas 86.000 personas en Florida, de las cuales 3.061 han fallecido, Vázquez, que también lo padeció, dijo que sólo lo sintió cuando dejó de trabajar.
Era como si los "huesos se estuvieran deshaciendo", dice.
UN PUNTO EN LA RUTA DE LOS TEMPOREROS
Immokalee es un enclave agrícola hispano que llega a tener entre 35.000 y 40.000 jornaleros en la época de cosecha del tomate, el pepino, la berenjena, los cítricos, la sandía, el fríjol verde y el chile dulce y el jalapeño, entre otras frutas y verduras, que se extiende de noviembre a mayo, explicó Benítez.
Ya en las proximidades del verano se reduce a la mitad su población, porque muchos de ellos son migrantes que "siguen las cosechas" a lo largo del este de Estados Unidos.
Benítez alertó sobre el riesgo de propagación de la COVID-19 a estados como Georgia y las Carolinas, a donde ya se desplazaron los trabajadores temporeros de Immokalee.
Entre tanto, los que se quedan son en su mayoría inmigrantes guatemaltecos, mexicanos y haitianos establecidos en Immokalee, que fuera de la temporada agrícola trabajan en la industria del turismo en las "zonas exclusivas" de la costa oeste floridana, en ciudades como Naples, una de las más pudientes de EE.UU., detalló el activista.
"INDISPENSABLES PERO NO IMPORTANTES"
Aunque Immokalee alimenta a buena parte de Estados Unidos durante el invierno, ha sido históricamente marginada.
Benítez lamenta que el gobierno considere a estos trabajadores agrícolas "indispensables" durante la pandemia y a la vez los tenga olvidados a juzgar por la demora del envío de suficientes pruebas de COVID-19 y la ausencia del rastreo de contactos para contener el contagio y de lugares de aislamiento para los enfermos.
Relató que la Coalición pidió más pruebas de la COVID-19 de las 2.000 que envió el gobierno estatal, pero "llegaron demasiado tarde", como "pasa con toda la ayuda a las comunidades pobres, especialmente la agrícola".
"El 90 % de los tomates que salen y se consumen del (río) Misisipi para acá durante el invierno sale de esta región", subrayó.
DeSantis, defensor de las políticas migratorias de Donald Trump, ha sido criticado por culpar a las comunidades agrícolas inmigrantes y los presos de la de la gran explosión de la COVID-19 registrada en Florida en las últimas dos semanas.
"El gobernador DeSantis igual que otras autoridades han querido poner a los trabajadores agrícolas detrás del escenario para que no se vea lo que está pasando", criticó.
"¿Qué está diciendo, que somos trabajadores esenciales, pero no somos importantes? es una ironía", agregó.
"Immokalee les da de comer, es de donde salen las frutas y vegetales que están en millones de mesas del país", dijo.
"Si pueblos como Immokalee se enferman, se enferman todos, porque no va a haber comida en las mesas americanas ¿Quién te va a cosechar la sandías del 4 de julio (la fiesta de Independencia) si los agricultores estamos enfermos?", se preguntó.
EL MIEDO SIEMPRE HA ESTADO
Benítez, cofundador de la radio Conciencia de la CIW, es la voz de alerta de la pandemia.
A la emisora llegó la mexicana María Rodríguez con una donación de tapabocas de tela que hizo su nuera en el vecino estado de Georgia.
La mujer, que lleva 20 años trabajando en la industria del tomate, cuenta a Efe que "Lucas tenía razón": la COVID-19 es una "bomba de tiempo" en Immokalee.
En medio de la emisión del noticiero, Lucas Benítez deja el micrófono para repartir las máscaras y desinfectantes a trabajadores, en este caso obreros de la construcción, porque la mayoría de los agricultores ya no están.
Al frente de la CIW, que lucha contra la explotación laboral, el abuso sexual a las trabajadoras agrícolas y por una vivienda asequible, hay un enorme solar vacío.
Benítez cuenta que durante las cosechas está lleno de autobuses para llevar a los miles de inmigrantes al campo, tanto indocumentados como aquellos con visas H-2A de trabajadores temporales.
Sus portadores, que representan el 10 % de los trabajadores agrícolas del país, enfrentarán ahora más restricciones debido a la COVID-19, que puede reducir en unas 60.000 estas visas.
Benítez dice que "el miedo siempre ha estado presente" entre los inmigrantes agricultores y el "más grande" es la pandemia, porque si están en cuarentena no pueden trabajar ni sostener a sus familias.
"Hay que estar detrás del trabajo todos los días para poder vivir al día", enfatizó.
Para Lucas Benítez, uno de los fundadores de la Coalición de Trabajadores de Immokalee (CIW), no es una sorpresa los cerca de 1.200 casos confirmados de COVID-19 en este "pulmón de la agricultura" después de semanas de "peticiones abiertas" al gobernador Ron DeSantis para que le "pusiera atención".
El líder comunitario señaló a Efe que estos inmigrantes experimentan unas condiciones de hacinamiento "perfectas" para la propagación del nuevo coronavirus en los campos de cultivo, en los autobuses y en las empaquetadoras agrícolas.
Isabel Jiménez contó a Efe que ella, su esposo y sus tres hijos se contagiaron de la COVID-19.
"Pensé que era una gripa", recuerda esta mexicana que vive en una de las casas móviles que proliferan en esta comunidad enclavada en el condado Collier y carente de un gobierno propio.
Ella y su compatriota María Vázquez señalaron que están más "mortificadas" por las cuentas por pagar que por el virus.
Vázquez se queja que los 600 a 700 dólares que hacía semanalmente por recolectar tomate se redujeron a la mitad debido a que la demanda es menor por la pandemia.
Sobre la COVID-19, que ha contagiado a unas 86.000 personas en Florida, de las cuales 3.061 han fallecido, Vázquez, que también lo padeció, dijo que sólo lo sintió cuando dejó de trabajar.
Era como si los "huesos se estuvieran deshaciendo", dice.
UN PUNTO EN LA RUTA DE LOS TEMPOREROS
Immokalee es un enclave agrícola hispano que llega a tener entre 35.000 y 40.000 jornaleros en la época de cosecha del tomate, el pepino, la berenjena, los cítricos, la sandía, el fríjol verde y el chile dulce y el jalapeño, entre otras frutas y verduras, que se extiende de noviembre a mayo, explicó Benítez.
Ya en las proximidades del verano se reduce a la mitad su población, porque muchos de ellos son migrantes que "siguen las cosechas" a lo largo del este de Estados Unidos.
Benítez alertó sobre el riesgo de propagación de la COVID-19 a estados como Georgia y las Carolinas, a donde ya se desplazaron los trabajadores temporeros de Immokalee.
Entre tanto, los que se quedan son en su mayoría inmigrantes guatemaltecos, mexicanos y haitianos establecidos en Immokalee, que fuera de la temporada agrícola trabajan en la industria del turismo en las "zonas exclusivas" de la costa oeste floridana, en ciudades como Naples, una de las más pudientes de EE.UU., detalló el activista.
"INDISPENSABLES PERO NO IMPORTANTES"
Aunque Immokalee alimenta a buena parte de Estados Unidos durante el invierno, ha sido históricamente marginada.
Benítez lamenta que el gobierno considere a estos trabajadores agrícolas "indispensables" durante la pandemia y a la vez los tenga olvidados a juzgar por la demora del envío de suficientes pruebas de COVID-19 y la ausencia del rastreo de contactos para contener el contagio y de lugares de aislamiento para los enfermos.
Relató que la Coalición pidió más pruebas de la COVID-19 de las 2.000 que envió el gobierno estatal, pero "llegaron demasiado tarde", como "pasa con toda la ayuda a las comunidades pobres, especialmente la agrícola".
"El 90 % de los tomates que salen y se consumen del (río) Misisipi para acá durante el invierno sale de esta región", subrayó.
DeSantis, defensor de las políticas migratorias de Donald Trump, ha sido criticado por culpar a las comunidades agrícolas inmigrantes y los presos de la de la gran explosión de la COVID-19 registrada en Florida en las últimas dos semanas.
"El gobernador DeSantis igual que otras autoridades han querido poner a los trabajadores agrícolas detrás del escenario para que no se vea lo que está pasando", criticó.
"¿Qué está diciendo, que somos trabajadores esenciales, pero no somos importantes? es una ironía", agregó.
"Immokalee les da de comer, es de donde salen las frutas y vegetales que están en millones de mesas del país", dijo.
"Si pueblos como Immokalee se enferman, se enferman todos, porque no va a haber comida en las mesas americanas ¿Quién te va a cosechar la sandías del 4 de julio (la fiesta de Independencia) si los agricultores estamos enfermos?", se preguntó.
EL MIEDO SIEMPRE HA ESTADO
Benítez, cofundador de la radio Conciencia de la CIW, es la voz de alerta de la pandemia.
A la emisora llegó la mexicana María Rodríguez con una donación de tapabocas de tela que hizo su nuera en el vecino estado de Georgia.
La mujer, que lleva 20 años trabajando en la industria del tomate, cuenta a Efe que "Lucas tenía razón": la COVID-19 es una "bomba de tiempo" en Immokalee.
En medio de la emisión del noticiero, Lucas Benítez deja el micrófono para repartir las máscaras y desinfectantes a trabajadores, en este caso obreros de la construcción, porque la mayoría de los agricultores ya no están.
Al frente de la CIW, que lucha contra la explotación laboral, el abuso sexual a las trabajadoras agrícolas y por una vivienda asequible, hay un enorme solar vacío.
Benítez cuenta que durante las cosechas está lleno de autobuses para llevar a los miles de inmigrantes al campo, tanto indocumentados como aquellos con visas H-2A de trabajadores temporales.
Sus portadores, que representan el 10 % de los trabajadores agrícolas del país, enfrentarán ahora más restricciones debido a la COVID-19, que puede reducir en unas 60.000 estas visas.
Benítez dice que "el miedo siempre ha estado presente" entre los inmigrantes agricultores y el "más grande" es la pandemia, porque si están en cuarentena no pueden trabajar ni sostener a sus familias.
"Hay que estar detrás del trabajo todos los días para poder vivir al día", enfatizó.
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